El paraíso de cada corazón

 

El día 22 de marzo tuvimos la fortuna de visitar el Hogar el Paraíso. Nuestra experiencia inició desde antes de llegar a aquel hermoso lugar, cuando estábamos haciendo la preparación previa, y planeando las actividades para hacerlos sentir de la mejor manera posible; fue ahí cuando descubrimos la importancia de ponernos en el lugar del otro, pensando cual sería la mejor manera de conectar con ellos y hacerlos sentir cómodos.

 

Al principio tuvimos incertidumbre acerca de la reacción que tendrían al ver lo que les teníamos preparado, sin embargo decidimos dar lo mejor, ir con una buena actitud para ellos, y evitar cualquier tipo de predisposición. 

 

Cuando llegamos al hogar teníamos varias emociones encontradas, felicidad, emoción y nostalgia al saber que podríamos hacer de esa tarde un momento especial e inolvidable para ellos. 

 

En el transcurso de la tarde estas emociones se fueron intensificando al ver que todo salía mejor de lo que esperábamos, pues el ver las sonrisas en sus rostros fue el mejor indicativo de que las intenciones que teníamos para esa tarde se cumplían y que realmente, ellos se sentían cómodos con nuestra presencia. Hubo momentos específicos que nos marcaron, uno de ellos fue poder presenciar el amor y la dedicación de nuestro compañero Federico, la dulzura y apertura de Isabella, la perseverancia y paciencia de Ana, Sara y Juan al adaptarse a las dificultades que se presentaban en el momento de comunicarse, la gran disposición de Pilar y de Carlos al prestar su compañía durante toda la tarde, la alegría característica de Mariana y de David, la caballerosidad de Miguel y Jhoell, la hospitalidad de Hannah y Maria Paula, la alegría y entusiasmo de Valeria y Yeraldín, Alisson con su serenidad característica, María José y Sofía con su disposición a escuchar  y el profesor con su gran liderazgo. 

 

El paraíso que alberga el corazón de cada uno de nuestros compañeros, fue lo que nos permitió conectar con cada una de estas personas que además de abrirnos las puertas de su hogar, nos abrieron su corazón para ser conocido por nosotros y comprender cada una de sus historias, cada uno de sus pasados y estar en su lugar nos permite vivir una experiencia única, nos permite ver que la compañía muchas veces lo es todo, que estar presente y brindar una palabra amable puede tocar las fibras del corazón de otra persona. 

 

Mientras transcurría la tarde sentimos alegría porque su felicidad lleno nuestro corazón de satisfacción y gozo al saber que podríamos aportar algo bueno de nosotros a su lista de vivencias y experiencias, el poder haber conectado tan bien con Doña María Oliva, ya que a pesar de tener una historia de vida conmovedora mantenía una sonrisa en su rostro y aseguró que le gustaría tener de nuevo nuestra presencia para enseñarnos a hacer pan a pesar de no acordarse muy bien de la receta, otra de las enseñanzas más valiosas que nos deja esta visita es la personalidad de Doña Ana María porque a pesar de su limitación visual permaneció alegre y con disposición a hacerlo todo, alegrándonos la tarde y haciéndonos reír. 

 

También sentimos gratitud porque a pesar de que no éramos personas conocidas para ellos, nos abrieron el corazón y nos permitieron compartir con ellos.

 

“Saber envejecer es la mayor de las sabidurías y uno de los más difíciles capítulos del arte de vivir”. Enrique Federico Amiel 

 

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